LA AMANTE DE BOLZANO

Título: 
La amante de Bolzano
Autor: Sándor Márai
Traducción: Judith Xantus Szarvas
Idioma original: Húngaro
Editorial: Salamandra
Año de publicación/edición: 1940/2003
Páginas: 281

Sinopsis oficial:
Dos hombres, una mujer y la huella imborrable del tiempo. La tercera obra de Márai en abordar estos elementos universales —la escribió en 1940, después de Divorcio en Buda y La herencia de Eszter y antes de la sublime El último encuentro—, culmina asimismo con un conmovedor duelo verbal y psicológico, de múltiples connotaciones, que invita a la reflexión. Y aunque en esta ocasión Márai haya escogido un personaje histórico como Giacomo Casanova, el desarrollo de la narración deja bien claro que, más allá de su dimensión real, el famoso gentilhombre veneciano representa el arquetipo del aventurero intrépido, amoral y sin escrúpulos, un símbolo del hombre que, en su afán por encontrar la felicidad, destruye los medios para alcanzarla. 
Fugitivo de la justicia, Casanova se refugia en Bolzano, ciudad donde reside la única mujer que ha amado en toda su vida. Pese a los años transcurridos desde que perdió a Francesca en un duelo con el conde de Parma, el gran seductor nunca ha podido desprenderse del anhelo de poseer a la otrora bellísima joven. Ahora, el destino pone en sus manos la gran ocasión de saciar su deseo insatisfecho: el conde, viejo, cansado y temeroso de perder a su mujer, que sigue enamorada de Casanova, le ofrece dinero y libertad a cambio de decepcionar a Francesca, para lo cual el cínico y superficial mujeriego deberá, en el transcurso de unas horas, realizar la actuación más difícil de su largo historial donjuanesco. [...]

Opinión:  
Mi quinto libro de Sándor Márai y empiezo diciendo que de nuevo me ha vuelto a encandilar. En La Amante De Bolzano nos vamos a la Venecia de finales del siglo XVIII y se nos presenta a Giacomo Casanova, figura basada en un personaje real conocido especialmente por su faceta libertina y de mujeriego; sin embargo, el autor, aparte de esas características, solo acoge de su vida real una huida, el resto nos lo crea para llevarnos a una relación, a un amor que fue y sigue siendo, pero que quedó ahí, pendiente, a un asunto donde había que regresar tarde o temprano...

Giacomo Casanova, el conde de Parma y Francesca son los protagonistas principales de esta historia: tres personas unidas por un encuentro en el pasado. Giacomo apareció en la vida de la jovencísima Francesca y se enamoraron; el conde de Parma, ya algo mayor en aquel entonces y conocedor de las formas de Giacomo, no podía permitir dicho romance —este conde anhelaba casarse con la joven y eso era algo que ya tenía planeado desde hacía tiempo— por lo que lo reta a duelo para luchar por esta hermosa y especial jovencita que había elegido para él. El duelo acaba con el conde de Parma como vencedor y este atiende como es debido al malherido Giacomo, indicándole, eso sí, que ahí termina su relación con Francesca y que no se volviese a acercar a ellos. A partir de ahí Giacomo se olvida de esta joven y sigue con su vida de mujeriego, juerguista y derrochador, aumentando su ya conocida fama, amparado siempre por la bondad extrema de su protector el señor de Bragadin; todo sigue así hasta que en cierto momento es encarcelado por sus "delitos" y tras varios meses de encierro, resultando algo insoportable para él, decide escapar y huye de Venecia acabando en Bolzano, lugar donde viven el anciano conde de Parma y Francesca —ahora marido y mujer—, volviéndose a encontrar con estas dos figuras de su pasado. Cuando Giacomo se entera de la presencia de ambos le viene a la mente el significado que Francesca tiene para él, sabe que siente por ella algo diferente a lo que normalmente siente ¿será eso aquello que lo podría amarrar? Hace cinco años quedó algo pendiente, el círculo no se cerró como es debido y las cosas hay que cerrarlas, cuando no hay final hay que escribirlo. El conde sabe que su joven esposa sigue enamorada de este pendenciero y le propone a Giacomo un plan para que ella quede decepcionada y se mantenga a su lado —consiguiendo así protegerla de caer en desgracia junto a este mujeriego—, a cambio Giacomo recibiría poder y libertad... ¿Qué hará Giacomo? ¿Cómo reaccionará Francesca? ¿Cómo continuará lo que empezó hace cinco años? 

¿No crees que es más que una casualidad? Yo no entiendo el orden de las cosas humanas, Giacomo, y tan solo empiezo a atisbar que nada de lo que es importante e inmutable ocurre por casualidad, y también que en el interior de todos nosotros, los hombres y las mujeres, en lo más hondo, hay una mezcla de sentimientos y deseos, de disfraces y papeles, y que hay momentos en que la vida juega con nosotros y tergiversa ligeramente lo que creíamos definitivo e inmutable. 

La pluma de Márai realmente me parece prodigiosa, quizás no soy del todo objetiva porque caso tanto con su estilo de narrar, me atrapa tanto, que lo mismo exagero lo que hay en esta novela. Pero para mí hay mucho y todo merece la pena. Se nos hace una estupenda exposición del amor y de lo que significa amar —más allá del amor pasional, del deseo y la coquetería—, también de la egolatría, la vanidad y el egoísmo humanos, incluso del rencor y el deseo de venganza... Se nos habla de la búsqueda de plenitud, de las diversas fases en la vida y de lo enrevesadas que son las relaciones humanas. Te hace reflexionar, te hace ponerte en la piel de cada personaje, nos lleva a su interior y los entiendes profundamente, aunque te cueste en principio comprender acabas entendiendo el papel de cada cual y el sentido que tienen sus juicios. El amor, tan presente, se deja ver en sus múltiples facetas y complejidades.

Te estoy hablando del amor, Giacomo, del amor que una vez en la vida nos tienta a todos, incluso a un depredador triste y hambriento como tú. No fue casualidad que llegaras a Pistoia hace años, ni tampoco que te marchases de allí; no eres del todo inocente y tampoco eres del todo culpable. Lo único que ocurrió es que el amor también te tentó a ti una vez. Entonces yo te eché con mi espada... ¡Qué cosa más inútil!  

Hay que reconciliarse con la idea de que no amamos a nadie por sus cualidades o sus defectos, por su belleza, por ejemplo, y, por más extraño que parezca, ni siquiera por su fealdad, su joroba o su pobreza; simplemente lo amamos porque en el mundo rige una voluntad en tal sentido, una voluntad cuyo contenido exacto somos incapaces de descubrir, una voluntad que quiere hacerse valer de manera espontánea, para que el mundo pueda renovarse en su espiral eterna; una voluntad que toca las almas y los corazones con una fuerza terrible y según un criterio incomprensible, que hace funcionar las glándulas y que nubla hasta las mentes más brillantes. 

Observamos el juego de las apariencias y las máscaras, de no mostrarse tal como uno es, vender una idea y servirse de ella para conseguir objetivos dejando atrás lo verdadero y lo realmente importante, pero aun así tomar decisiones y avanzar con ello; se ve también la importancia de ser comprensivos con el otro y de cómo el amor, el amor de verdad, se relaciona con darse con sinceridad al ser amado sin pedir nada a cambio, que no consiste en recibir sin darse uno mismo ni sacrificarse, tomándose como falsos aquellos "sacrificios" superficiales unidos al egoísmo y la egolatría propia más que al amor. Se reflexiona mucho sobre la hipocresía y el egoísmo que la mayoría muestra con respecto a eso llamado amor, cómo se busca y se anhela el amor cuando en realidad lo que se quiere es ser amado: se exige ser amado, ya que generalmente se desea el amor de forma egoísta, recibirlo sin más, gratuitamente. También se plantea lo importante que es tener a alguien a quien amar en la vida... Los personajes exponen su forma de ver y entender el amor y la vida, cada cual con su perspectiva, no dejando indiferente al lector. Hay monólogos y reflexiones a montones, de los que se pueden sacar multitud de ideas y que dan para mucho debate; con algunos se podrá estar más o menos de acuerdo, pero que dan para sentarse un rato a pensar en ellos es indudable.  

¿Qué pretendían? Buscaban un milagro. Buscaban invariablemente el milagro, el amor, para satisfacer su vanidad; pretendían poseer al ser querido sin entregar nada a cambio; querían el sacrificio del otro, pero no estaban dispuestos a sacrificar más que un par de monedas de oro por ello; buscaban la entrega y la ternura, pero sin devolver ni la más mínima de las atenciones... La gente quería amor, preferiblemente de manera gratuita. 

Detrás de cada mal de amores aullaba la egolatría, tratando de salvar lo que se pudiera salvar, exigiendo todo lo que una persona puede exigir a otra, preferentemente sin entregar nada a cambio, nada verdadero o importante. [...] La egolatría lo exigía todo y creía haberlo entregado todo al invertir tiempo, dinero, pasión y ternura en el ser amado, pero se negaba a realizar el sacrificio supremo, incapaz de ofrecer la sencilla disposición a renunciar a todo, a entregar su alma y su vida al otro sin esperar nada a cambio. Eso querían los enamorados, esos extraños tiranos. [...] todos querían quedarse algo para sí, y ese algo era justamente su propia persona. 

Se habla también del escritor, del artista, de cómo lo humano se entremezcla con los intereses artísticos en la vida de un artista, cómo ambos aspectos se alimentan mutuamente y que el interés artístico puede hacer que se tomen decisiones importantes a la hora de elegir un camino u otro. El buscar la felicidad y el sentido de la vida en el arte y en lo que este significa para el creador...

Nunca se vive lo suficiente. Todavía no he visto bastantes amaneceres, todavía no conozco todos los sentimientos humanos, ni todas las emociones; todavía no me he reído lo bastante con el engreimiento de los escribanos y de sus superiores, tan respetables; todavía no he hecho callar suficientes veces a los curas apoltronados que venden la salvación a cambio de dinero contante y sonante; todavía no me he hartado de reír con la idiotez humana, ni de carcajearme con la vanidad, la ambición, la lujuria y la codicia de los hombres; todavía no me he despertado bastantes veces en brazos de mujeres para poder saber algo cierto sobre ellas y conocer esa otra realidad que es algo más que el secreto triste e indiferente que esconden debajo de sus faldas [...] Todavía no he vivido lo suficiente, ¡y no quiero perderme nada! 

Soy escritor, y por consiguiente tengo que vivir. [...] Para poder escribir algún día, he de gastar todo lo que poseo. La vida y todo lo que la vida me da. Escribir es algo costoso... He de verlo todo para poder describir las costumbres de la gente y los lugares donde me he sentido feliz, infeliz o indiferente.  

La libertad también la encontramos, el querer vivir experiencias y reunirlas y alcanzar así una felicidad —siendo quizás la menos acertada de las formas de conseguirla—, y huyendo de cualquier cosa que se acerque a una atadura y, especialmente, cuando se vislumbra como una posible atadura fuerte (amor), irrompible, que interiormente se reconoce, huyendo deliberadamente de ella siempre en pos de la libertad. «Lo atemorizaba lo que tenían en común, lo que los unía [...]. No temía nada en absoluto; solo lo atemorizaba lo «familiar», en cuyas profundidades encontraba invariablemente un mismo sentimiento; tenía miedo porque sabía que todos los sentimientos, y ese en especial, significaban lazos y ataduras. Por eso tenía miedo, solo por eso. [...] También sabía que en la vida no era posible evitar del todo lo familiar, que se trataba de una trampa de la que no se podía escapar sin arañarse hasta cierto punto».

La vejez, tanto la entrada a ella, que se aprecia en Giacomo, como ya muy bien plasmada y vivida por parte del conde, así como por el señor Bragadin, asoma la cabeza y nos deja parte de su sabiduría y serenidad en estas páginas. Se nos muestra como esa parte de la vida en la que se hace recuento, se mantiene lo vivido pero dejando atrás lo superfluo, sacando a flote lo que realmente tiene más valor, donde se busca vivir el tiempo que quede de la forma más verdadera, provechosa y equilibrada posible.

Hay una época en la vida, y yo, por una sabia decisión de mi destino y de mi edad, la estoy viviendo ahora, en la que nos desprendemos de todo, de la vanidad, la egolatría, las falsas ambiciones, los falsos temores, y en la que ya no queremos otra cosa que la pura realidad, solo queremos conseguir eso, y a cualquier precio. 

Ahora que tengo que cargar la vida, como si fuera una escopeta herrumbrosa, con el cartucho de mi voluntad, y a continuación apuntar por última vez con precisión, con mano segura y mirada certera, para no fallar el blanco, empiezo a creer que existe una fuerza, una sola y única fuerza capaz de prevalecer sobre cualquier ley, incluso de regir las leyes del tiempo y de la gravedad. Esa fuerza es el amor.  

En fin, una novela que me ha cautivado, con unos escenarios y situaciones erigidos sobre diálogos y debates interesantísimos que me han tenido pegada a las páginas. Una obra que me ha interesado desde el minuto uno hasta el último y que me ha resultado enriquecedora, muy reflexiva y psicológica. Este autor es para darle una oportunidad; si se conecta con su estilo, sus obras transmiten muchísimo... 

Termino con una parte de mi párrafo preferido y confieso que me ha costado elegir, hay muchos y, como se puede apreciar, he montado gran parte de la reseña con citas porque creo que sirven para ilustrar muy bien el tono y la profundidad de la voz de este autor. Sin más, me despido insistiendo en que, si puedes, le des una oportunidad a este estupendo escritor húngaro.

El fuego se apaga, y todas las pasiones acaban convirtiéndose en ceniza, mas yo debo decirle como despedida que hay un fuego y una pasión que no están alimentados por el hechizo del momento, por los sentidos y la curiosidad, por la egolatría o la ambición; que hay un fuego fatal en la vida humana cuyas ascuas no pueden ser extinguidas ni por la rutina ni por el aburrimiento, ni por la satisfacción ni por la curiosidad coqueta, por nada en el mundo; un fuego cuyas ascuas no podemos extinguir ni nosotros mismos. 

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