LA CASA JUNTO AL MAR

Título:
 La casa junto al mar
Autora: May Sarton
Traducción: Blanca Gago Domínguez
Idioma original: Inglés
Editorial: Gallo Nero Ediciones
Año publicación/edición: 1977/2023
Páginas: 280


Sinopsis oficial:
En 1973, May Sarton abandonó su casa de Nuevo Hampshire, escenario de toda esa vida interior y creativa que tan bien supo plasmar en Anhelo de raíces y Diario de una soledad, para trasladarse a una casa en la costa de Maine, un lugar solitario salvo en los meses de verano, con el mar, los bosques y los cielos inmensos siempre presentes.

Al principio, la paz del lugar y el haber escapado a la angustia vivida durante tanto tiempo, que había llegado a asociar con la casa de Nuevo Hampshire, parece encerrar también un lado oscuro. Tal y como afirma la autora, «Me quedé cautivada por algo sobre lo que había leído unos años atrás sobre el hecho de que los japoneses, cuando atraviesan un periodo de paz, lo único que pintan son abanicos».

Sin embargo, la pasión creativa regresó, y Sarton descubrió, así, que lo mucho que tenía que ofrecer no dependía de los demás; un descubrimiento de un valor excepcional. «La soledad, como los largos amores, se vuelve más profunda con el tiempo, y confío en que no me falle a medida que mi poder creativo vaya mermando, pues crecer en soledad es un modo de crecer hasta el final», dice la autora.

Este es el más conmovedor y reflexivo de los diarios-memorias de Sarton. Una obra para meditar, saborear y amar por la pura belleza del alma y el pensamiento que la conforman. Es, ciertamente, un libro radiante.

Opinión: 
Mi primer contacto con May fue con el primero de sus diarios, Anhelo de raíces (reseña aquí), tuve una conexión inmediata con ella. Continué con su Diario de una soledad (reseña aquí), de nuevo todo un acierto que me sirvió para ahondar más en su persona. Ahora, le ha llegado el turno a La casa junto al mar y he vuelto a disfrutar de su voz de principio a fin. Tengo la suerte de tener ya esperándome en la estantería Diario a los setenta, continuación de sus diarios, que en nada comenzaré a leer (no me canso del día a día de May ni de sus reflexiones). 

Centrándome ya en este tomo de sus diarios-memorias, La casa junto al mar, decir que al iniciar, en un prólogo, la autora da algo de información sobre lo que acontece en Anhelo de raíces y también en Diario de una soledad, situando un poco al lector; quizás podría leerse este tomo sin haber leído esos, aunque en mi opinión, es mejor leerlos antes. Creo que todo coge un mayor sentido si se siguen los diarios tal y como ella los fue escribiendo: así se entiende mejor tanto su persona como el cómputo de acontecimientos y de figuras que van apareciendo y que forman parte de su vida. En este diario nos vuelve a hablar de su trabajo, de su necesidad de soledad y aislamiento al mismo tiempo que de compartir experiencias con otros, de sus ansiedades y miedos... Vemos a esa May que saca de la vida lo que puede y que se llena de todo aquello que le transmite paz y tranquilidad, equilibrio y serenidad, algo que necesita especialmente para apaciguar ciertas tempestades internas. En este tomo está mucho más presente la vejez y la muerte, hay muchas reflexiones sobre la senilidad, unido además con que a May le toca decir adiós a seres queridos cada vez más constantemente —a su alrededor la muerte comienza a darse muy a menudo y también tiene que ver cómo flores muy importantes (personas muy allegadas) están marchitándose sin poder hacer nada para evitarlo—. 

Es todo un placer conocer lo que nos cuenta en su día a día, una lectura muy reflexiva y hay de todo un poco. Nos habla de ella, pero también de muchas personas que conoce y de vivencias de otros que también la hacen pensar. Reflexiones sobre la soledad, sobre el amor y las relaciones con los demás; sobre vidas que observa a su alrededor que le llevan a meditar sobre diversidad de temas, así como sobre sus propias vivencias en comparación con esas otras; sobre la sociedad en general y los conflictos sociales del momento (que siguen siendo muy actuales); sobre la mujer y el papel que tiene en los diversos ámbitos de la vida; sobre literatura y el proceso de creación; sobre la edad y la visión de la vejez de diferentes maneras, incluida la esperanza de poder disfrutar de una vejez estable y con independencia, mostrando el anhelo de poder tener una vida relativamente plena y activa a esas edades (como observa en algunas personas que la rodean y que le dan fuerza para ver esto posible). Hay mucho en estas páginas, incluidas descripciones estupendas de la naturaleza, de sus flores, de todo lo que la rodea en esta casa junto al mar, también de sus animales que son su familia... Es todo un disfrute esta inmersión no solo en su vida, sino también en ese contexto, en ese ambiente natural y aislado al que nos lleva a la perfección (y con sus más y sus menos, no idealiza nada, no todo es cómodo ni bueno siempre).

Como digo, hay tanto que saca a la luz en sus diarios, tanto en lo que se detiene, que para mí es como estar con alguien que se abre de forma sincera—lo máximo que puede, no siempre puede contar todo con total libertad y es algo que ella misma confiesa—, hablándome con sabiduría de todo aquello sobre lo que ha vivido, lo que vive y lo que piensa que le queda por vivir; sobre lo que observa también a su alrededor en diversidad de ámbitos... Al leer sus diarios, siempre tengo a mano marcadores y un lápiz para señalar, subrayar y anotar. Es una vivencia estupenda, a mí al menos me resulta muy interesante. Me hace también reflexionar mucho sobre mí misma y sobre mi forma de ver la vida; y da igual que esté o no de acuerdo con todo lo que dice, simplemente el hecho de esa charla que se crea con ella, esa especie de intercambio tan enriquecedor que siento cuando leo sus reflexiones e ideas sobre la vida y sobre su mundo me es totalmente satisfactorio, todo lo que cuenta resuena en mí de alguna manera.  

En definitiva, disfruto muchísimo leyendo los diarios/memorias de esta autora y este tomo no me ha decepcionado ni un ápice. Me consta, además, que no soy la única que disfruta de ellos... Si no los conoces, te animo a que inicies con Anhelo de raíces. Si ya te has estrenado con ellos y disfrutas con su contar, acércate también a este tomo, seguro que será otra experiencia enriquecedora para ti. Por cierto, hay uno más que no he mencionado, El señor peludo, dedicado a las vivencias que tuvo con un gato al que acogió, no lo he leído y estaría situado entre Diario de una soledad y este que traigo hoy, si no me equivoco. Ese en concreto sí pienso que podría leerse en cualquier momento por estar centrado únicamente en esa experiencia gatuna, es más cortito también, no descarto hacerme con él más adelante. Termino dejando algunas citas de La casa junto al mar, para que te hagas una pequeña idea de la voz de May en este diario...

Durante los últimos años, me he vuelto muy consciente de que ya estoy preparándome para morir y debo pensar en ello y tratar de hacerlo bien. Cuando era joven, la muerte era un sueño romántico, un anhelo en las épocas de gran estrés emocional, como el anhelo del sueño profundo. ¿Quién puede temerla?, me preguntaba con diecinueve años. Tememos aquello que no podemos imaginar, y, sencillamente, no hay forma de imaginar lo que aún no ha ocurrido ni se ha descrito nunca. Vamos hacia ella sin saber nada... salvo que, al envejecer, debemos compaginar el intenso amor a la vida con un creciente desapego. 

Todos morimos solos, por muy rodeados que estemos de seres queridos, familia y amigos. Lo supe por primera vez cuando mi madre se moría. Sentí profundamente el valor que requería la muerte y el proceso lento por el que fue alejándose de nosotros. En cierto modo, la vejez es eso mismo... Y supongo que alguien podrá considerarla como una especie de muerte, pues también requiere ir soltando vínculos, lazos vitales, uno detrás de otro. 

Debo tener presente que la senilidad no siempre supone una amenaza para los viejos. Ser mayor puede ser algo espléndido. 

Cada vez estoy más convencida de que en la vida de las civilizaciones, así como en la vida de los individuos, gran parte de la materia —demasiada— que no puede digerirse, de la experiencia que no se ha imaginado, indagado y comprendido, acaba en un rechazo de todo, acaba en anomia. Las estructuras fallan y ya no queda nada a lo que aferrarse. 

Hay veces en que no soporto formar parte de esta horrible raza, la humanidad, compuesta por destructores y asesinos de todo cuanto es amable e indefenso. Eso es lo que somos. Y al final, claro está, nos destruiremos a nosotros mismos. 

No nos encontramos a nosotros mismos persiguiendo nuestro yo, sino, muy al contrario, persiguiendo algo más y aprendiendo a través de una disciplina o rutina determinadas quiénes somos y quiénes queremos ser. 

El aislamiento, para mí, está muy asociado con las relaciones amorosas. Cuando no hay una perfecta comunión, estamos aislados. En soledad sí podemos entablar una buena relación con nosotros mismos. Me ha impresionado mucho ver que ahora no puedo decir, en ningún momento, que me sienta «aislada hasta los huesos», aunque sí viví algo así cuando estaba enamorada. 

No estar enamorada tiene ciertas compensaciones, y la soledad se enriquece con los años. No se trata de forzar una reclusión; yo nunca seré una ermitaña porque disfruto y necesito la compañía de los amigos. Se trata, más bien, de una cuestión de desapego, de no verme arrancada tan fácilmente de mi órbita por una violenta atracción, de ser capaz de disfrutar sin necesidad de poseer. 

El precio que hay que pagar por ser una misma es tan alto, e implica tanta crueldad hacia los demás —o lo que parece crueldad en esta cultura tan entregada a las construcciones del deber—, que muy poca gente puede permitirse pagarlo. La mayoría traga con lo inaceptable porque eso facilita mucho la vida. ¿En qué punto sentimos que batallar, por muy doloroso y desgarrador que sea, se hace necesario?

El mayor peligro, tal y como veo en mí misma, es el peligro de replegarse en los mundos más íntimos. Debemos mantener nuestros canales abiertos al dolor. Y a la vez, resulta esencial poder vivir verdaderos momentos de felicidad, que el amanecer no deje de conmovernos, puesto que la civilización depende de esa dicha verdadera, que nada tiene que ver con el dinero ni la abundancia: la naturaleza, el arte, el amor humano.

Sin los largos periodos que paso sola, sobre todo en invierno, cuando las visitas son escasas, no tendría nada que ofrecer, y estaría menos abierta a los regalos que me ofrecen. [...] La soledad, como los largos amores, se vuelve más profunda con el tiempo, y confío en que no me falle a medida que mi poder creativo vaya mermando, pues crecer en soledad es un modo de crecer hasta el final. 

Está muy bien encerrarse a escribir poemas, pero la vida siempre se encargará —¡y menos mal!— de derribar los muros del encierro.

Comentarios

  1. Maravillosa reseña! Deseando leer el libro! 🤍

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado y que te sirva para animarte con esta lectura, May no deja indiferente... Empieza por Anhelo de raíces si no has leído antes ninguno de sus diarios.
      Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.

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    2. Tengo muchas ganas de leer el último. Me encantan estos libros.

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    3. Quiero empezarlo prontito, a ver que entre tantas lecturas al final el prontito se atrasa un poco. Jaja. Pero sé que también me va a transmitir mucho. :)

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  2. Qué belleza. Como te comentaba en IG, tengo muchas ganas de estrenarme con Mary Sarton, estoy segura de que me gustará y aportará mucha paz. Voy a empezar con "Anhelo de raíces" y te cuento. Me ha encantado tu reseña. Besos.

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    1. Creo que va a ser de tu gusto, ya contarás. Anhelo es muy especial precisamente por ese primer contacto con ella... ¡¡Que lo disfrutes!!
      Un besote, Mónica.

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