DANIEL DERONDA

Título:
 Daniel Deronda
Autora: George Eliot 
Traducción: Jacinto Forment Costa
Idioma original: Inglés
Editorial: Ediciones Rialp 
Año publicación/edición: 1876/2023
Páginas: 1130


Sinopsis oficial:
Gwendolen Harleth es la mayor de cinco hermanas, que la admiran. Es hermosa, egoísta y malcriada, y cree poseer grandes cualidades. Cortejada por los jóvenes de su localidad, su destino cambiará cuando se cruce con el de Daniel Deronda, un joven aristocrático que vive con su tío y que posee una disposición natural a ayudar a los demás. Sin embargo, el joven vive atormentado al ignorar su verdadero origen. Tras conocer a Daniel y escuchar sus consejos, Gwendolen siente deseos de corregirse, pero la aparición de una chica judía, salvada por Daniel poco antes de morir ahogada en el río, inicia un difícil triángulo amoroso, con el agravante de que el judaísmo era despreciado en la sociedad británica y trataba de recuperar su esplendor. La caracterización psicológica de los personajes hace de esta novela una obra maestra de la literatura victoriana.

Opinión: 
He aquí mi primera novelaza, en el sentido de gran extensión, de George Eliot. De esta autora tan reconocida había leído previamente algunas novelas cortas pertenecientes a sus Escenas clericales (Los infortunios del reverendo Amos Barton y La historia de amor del Señor Gilfil), las cuales disfruté. Tenía en mente continuar bien por Middlemarch o por esta que traigo hoy, ya sabes cual de ellas ha caído antes: ¡Menudo novelón me ha parecido Daniel Deronda!

En esta historia se nos presenta, en primer lugar, a Gwendolen Harleth, una joven vibrante, inteligente, con belleza y atractivo (y plenamente consciente del efecto que sus encantos tienen en los demás), pero también superficial, egoísta y frívola, aunque sin maldad genuina. Esta joven, firmemente opuesta al matrimonio y a cualquier cosa que la limite más de lo justo y necesario, enfrentará una serie de obstáculos que la vida le presenta. De estos aprenderá, no sin cierto sufrimiento, y provocarán en ella cambios drásticos, incluido verse a sí misma de manera muy distinta a su concepción original. Lidiará con el peso de los remordimientos y las malas decisiones, y comprobará que la vida tiene destinado para ella cosas que no eran las que imaginaba. Por otro lado, tenemos a Daniel Deronda, un joven bien posicionado, generoso y formado como un caballero gracias a ser el pupilo de Sir Hugo Mallinger, noble inglés que acogió a Daniel siendo un niño. Gwendolen y Daniel coincidirán. Él será para ella una revolución, alguien que la llevará a evaluarse y a cuestionarse, convirtiéndose poco a poco en un apoyo único y altamente valioso para ella; iremos viendo cómo avanza su relación así como sus vidas en paralelo. Daniel desconoce sus orígenes, algo que le perturba, y será clave en su futuro el anhelo por conocer de dónde procede y su búsqueda de identidad; también le dejará huella el toparse en cierto momento con Mirah Lapidoth, joven judía a la que Deronda ayuda cuando más perdida y necesitada estaba.

En esta novela hay mucho, muchísimo. Me es complicado destacar un solo elemento temático o darle un mayor peso a alguno en concreto. Hay multitud de temas que quedan bien envueltos en la historia que se nos va relatando. La considero una novela de marcado carácter intelectual por la gran profundidad con la que se tratan cuestiones complejas, con dilemas morales y existenciales siempre muy de fondo. Sin duda, da para analizar y reflexionar. Encontramos un retrato de la sociedad victoriana del momento, teniendo bastante de eje central la toma de decisiones personales conjugadas con la moralidad y las consecuencias de nuestros actos en otros. La religión está presente y su peso en la identidad de las personas —en este caso, el judaísmo acoge un gran protagonismo, ya que el conocimiento profundo del mismo será esencial para Deronda (también nos sirve para vislumbrar cómo se consideraba ser judío para la sociedad inglesa de la época)—. También observamos el amor entendido de varias formas, con sus luces y sombras; muy expuestas, asimismo, las diferentes relaciones que pueden darse y los distintos significados que tienen para cada individuo. La búsqueda de redención, de superación personal y de mejorar como persona se dejan ver. Hay hueco para el arte y para la vida del artista, contrastando el verdadero talento con lo que no lo es. Diferencias de clase, vidas míseras versus otras acomodadas (y cómo se puede pasar de una a otra de forma inesperada), incluyéndose también diferencias de género y lo que se esperaba de la mujer... Como decía, mucho puede sacarse de estas páginas.

Diría también que es novela de personajes. Las figuras principales están definidas de forma profunda: exponiéndose con ellos la complejidad de conocerse a uno mismo, de ir estableciendo nuestra identidad —la cual puede ir transformándose y variando según nuestras vivencias—; cómo nos relacionamos y por qué lo hacemos de una manera y no de otra; qué hay debajo de nuestros actos; el asumir y ser conscientes de nuestras sombras. En general, tanto la construcción como el desarrollo de los personajes me han gustado mucho, siendo Gwendolen el personaje que más interés me ha ocasionado: complejo, con mil matices a los que atender. Pero, como digo, no es la única, la novela nos ofrece una gran variedad de figuras a tener en cuenta, siendo también destacable, cómo no, Deronda así como el judío Mardoqueo.

Antes de terminar, decir que con esta edición he tenido sentimientos encontrados. Por una parte, me ha parecido estupenda en cuanto al formato físico y la calidad del material: cómoda de leer (considerando que no es de poca extensión, se maneja bien y tiene una apertura agradable); es duradera (no se aprecian señales en el lomo ni ningún tipo de daño tras un uso considerado); su diseño, la calidad del papel, el espacio de márgenes en página, el tamaño de sus letras y el que incluya anotaciones aclaratorias a pie de página, etc., en todos estos sentidos me parece excelente. Pero, por otro lado, y muy a mi pesar, el número de erratas es bastante considerable y también sospecho que la traducción deja que desear. Y digo "sospecho" porque no tengo los conocimientos necesarios para analizar traducciones, ni tampoco he hecho comparaciones exhaustivas con el original ni con otras ediciones (en estos momentos de esta obra en español solo contamos con esta edición que yo sepa). Pero me han chirriado muchas expresiones y formas, y por eso lo comento. Esto de las erratas/traducción me ha podido distraer muchas veces a lo largo de la lectura, pero indico que este novelón, y lo que la autora me estaba transmitiendo, me suponía tal nivel de atrapamiento e interés que lo comentado no ha entorpecido mi avance. 

En resumen, Daniel Deronda me ha parecido una novela estupenda. Me han gustado tanto los temas abordados y las emociones que ha despertado en mí, como la profundidad y el interés que he encontrado en sus personajes. Ahora solo queda animarme con otra gran novela de esta autora: Middlemarch, que supongo que será la siguiente que leeré. 

Finalizo con algunas citas de la obra:

Había sido hasta ahora una costumbre en Gwendolen ver a los demás como libros gastados, demasiado familiares para considerarlos dignos de interés. Deronda había llamado su atención con una sensación de novedad: no solo por palabras, sino también por hechos imaginados, su influencia había entrado en esa corriente de recelo y culpabilidad de uno mismo despertada por una nueva consciencia. 

Así es que dudo si incluso sin su potente encanto y su peculiar posición filial Gwendolen no habría seguido actuando como una reina exiliada, solo con mantener su innata energía de deseo egoísta y su poder de inspirar miedo sobre lo que va a decir o hacer. Sin embargo, tenía el encanto, y los que la temían también la adoraban, estando el miedo y la adoración aumentados por lo que podría llamarse la iridiscencia de su carácter, el adoptar varias actitudes, o mejor dicho, el adoptar actitudes contrarias.

Somos llevadas como flores, hemos de parecer tan hermosas como podemos, y estar aburridas sin quejarnos. Esa es mi noción de las plantas: se aburren a menudo, y esa es la razón por la que algunas de ellas tienen veneno. 

¿Pero estamos siempre obligados a explicar por qué los hechos no son como los pensaron otros de antemano? La disculpa debe hallarse en su terreno, pues ellos son los que tenían un modo de pensar equivocado. 

Precisamente, la vida sería más valiosa para usted: algo de conocimiento real le haría interesarse por el mundo más allá del pequeño drama de sus deseos personales. Es la maldición de su vida, perdóneme, y de tantas otras vidas, encerrar la pasión en un pequeño círculo, y no extender las ideas y su comprensión a un campo más amplio. 

No es lo que yo llamaría un fanático. Para mí un fanático es un hombre cuyo entusiasmo es pequeño y que le han embaucado, de forma que no tiene sentido de las proporciones, y se vuelve injusto y cruel hacia l os que no siguen sus huellas. Mardoqueo es un entusiasta; me gusta reservar esa palabra para las mentalidades más elevadas, aquellas que se preocupan en grado extremo por los grandes beneficios de la humanidad. 

—No hay una sola fibra en mí que no intente comprenderte —dijo Deronda, encontrándose con su aguda mirada solemnemente—. Sería una amarga contradicción pensar en culparte. En lo que más he intentado esforzarme durante quince años es en comprender algo a las personas que son distintas a mí. 

Lo que es triste en la vida es la falta de una motivación: pero una vez comience a actuar de esta forma penitente, amando el propósito que tiene en su interior, encontrará satisfacciones inesperadas, surgirán nuevas necesidades, que continuamente le harán vivir el día a día. Verá que su vida crece como una planta. 

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