CUENTOS TELÚRICOS

Título:
 Cuentos telúricos 
Autor: Rodrigo Cortés
Idioma original: Español
Editorial: Literatura Random House
Año publicación/edición: 2024
Páginas: 304



Sinopsis oficial:
Cuentos telúricos es una antología de cuentos casi fantásticos, o una colección de relatos mágicos por poco. En Cuentos telúricos caben los califas venerables, los hombres reptil, las niñas listas, los personajes atrapados dentro de personajes, las cartas llegadas del futuro, los círculos en los campos de cereal, los volcanes furibundos, las declaraciones de amor cuántico, los gatos, las abducciones, los calamares gigantes, las fábulas sin moraleja, las emanaciones invisibles surgidas del corazón de la tierra, los curas inmateriales, las mujeres del tiempo... Rodrigo Cortés demuestra una vez más que, si realidad y magia no son lo mismo, son, para su pluma, indistinguibles.

Opinión:
He vuelto a las letras de Rodrigo Cortés. Leídas sus obras Los años extraordinarios y Verbolario, tocaba ahora leer su última publicación: Cuentos telúricos, un libro de relatos singulares. ¿Cómo consigue este hombre que siempre te explote un poquito la cabeza con sus obras? Pues no lo sé, pero ya digo que su estilo —muy suyo; claro, ¿de quién si no?— es muy absorbente y te atrapa aun sin enterarte bien de lo que te está contando (algo que también confieso me suele pasar). En todas sus obras, y no solo hablo de sus libros, ya que también es cineasta y tiene películas interesantísimas, logra dejar al lector/espectador impactado (o, al menos, conmigo lo logra a la perfección). En sus libros diría que la clave está en el uso del lenguaje que hace, y también diría que es un amante empedernido del mismo: del juego que da, de la poesía que puede hacerse con él, de su ritmo y sonido, de su belleza. Me encanta leer las obras de este autor en voz alta. Me gusta dejarme llevar con la belleza de sus textos, por cómo suenan, por cómo están escritos, por la elección de las palabras y por estar situadas justo en los lugares que han de estar (me recuerda mucho en ese sentido a lo que siento al leer a Cortázar). Sin decir por ello que todo sea forma, no no, el fondo de sus obras es resonante también. 

En estos cuentos hay de todo. Son raros, mucho, y molones también. No sabría decirte qué has de esperar de estos cuentos o cómo los clasificaría yo, no lo sé, pienso que incluso cuesta definirlos de alguna manera. Podría decir que los hay con toques mágicos y sobrenaturales, otros que de lo normal te impulsa a lo extraordinario e inesperado y no sabes cómo has llegado ahí; los hay alegres y deprimentes, te podrán dejar con sonrisa (de muchos tipos), con tristeza o con cierto malestar incluso; los hay inquietantes y oscuros, también divertidos... Más de uno puede que te deje con cara de no saber qué has leído. En resumen, te diría que lo que hay en ellos es mucha peculiaridad y rareza. Cuenta además con unos apartados a los que el autor llama Soutinesques, cuya inspiración para elaborarlos le vino al contemplar las obras del pintor Soutine (tampoco dejan tibio estos textitos). En fin, difícilmente puede hacerse uno la idea previa de lo que va a hallar en estos cuentos (y supongo que cada lector podrá encontrar en ellos cosas diferentes). 

Como ya he dejado caer, en muchas ocasiones no sé hacia dónde va el autor —si es que va a algún lado en cada uno de estos cuentos—; pero da igual que no sepas por dónde cogerlos, o qué cosas busca transmitir con ellos: a mí me gusta quedarme con la sacudida que me provocan. En algunos he sido más zarandeada que en otros, pero para mí es toda una experiencia leer a este autor. Disfruto mucho de su forma de contar, te diría que tengo su voz metida en la cabeza mientras leo: no me escucho a mí, parece que lee él. También es cierto que me considero conocedora de su estilo personal porque sigo su trabajo desde hace mucho tiempo y en diferentes ámbitos. También lo he visto en entrevistas y conferencias, así como he acudido a verlo en persona en algunas de sus presentaciones y firmas. El último evento en el que he podido verlo ha sido, precisamente, la presentación y firma de Cuentos telúricos en el centro Cicus de Sevilla, presentada por Juan Bonilla, y fue un placer escuchar a los dos y luego tener un ratito con Rodrigo para la firma. 

En fin, Cuentos telúricos es para mí un tremendo disparate lleno de genialidad; unos cuentos en los que el autor maneja el lenguaje de forma excepcional. Encontrarás ciertas locuras muy bien narradas que te llevan a un mundo singular donde los finales cerrados con moraleja, las lecciones o enseñanzas de algún tipo no existen, no es su finalidad, solo tú puedes elaborar y sacar del texto lo que más te convenga o desees. Realmente me cuesta hablar de lo que escribe Rodrigo Cortés, siempre me sale decir que quizás no es para todo el mundo, que es peculiar un rato; y sí, creo que así es, pero también me veo impulsada a decirte que siempre es una experiencia lectora distinta, potente, y que, aunque puedas sentirte perdido leyéndolo, o desconcertado incluso, lo que más importa es lo que hay en medio y ese manejo del lenguaje que tanto aprecio en sus obras.  Rodrigo Cortés no es muy normal, y de alguna forma se aprecia también en sus obras. Te animo a que le des la oportunidad. 


Algunas citas de Cuentos telúricos:

Podía percibirse en el ambiente (¿en el ambiente?), en la electricidad de esa jornada particular, un desconcierto general, si tal adjetivo puede ajustarse a algo que afecta sólo a dos personas. Se sentía en el aire de la sala (¿de la sala?) la electricidad de lo observado, o de la autoobservación, o la de saberse —o percibirse uno como— contemplado; electricidad estimulante, en lo malo y en lo bueno, necesariamente incómoda y por eso mismo motor, es decir, alentadora. 
[Cuento telúrico: ¿Se puede?]

—¡Tú para quien la vida de los seres es sombra mudable y niebla que se desvanece, tú que aniquilas las nubes y vuelas sobre las alas de los vientos! ¡Tú que eres voluntad y voz, fiebre y espanto, que atiendes sólo a tu dictado! ¡Tú que eres diosa y madre y carcelero y abuso, que nada ofreces ni nada debes, y aún menos a tus criaturas, débiles, trágicas! ¡Tómame! ¡Llévame contigo! ¡Redímeme de la gravedad, señora! ¡Rescata estas piernas inservibles que un día me arrancaron para recordarme mi función! ¡Sálvame de la vulgaridad, señora; de la mezquindad humana; de las leyes fingidas de los poderosos, escritas en el agua! ¡Arráncame la voz y la razón! ¡Toma mi cuerpo lisiado y hazlo joven! ¡Y llévame, señora, lejos, tan lejos como puedas llevarme, tan lejos como nada exista, lejos, muy lejos de aquí, tan lejos como nada esté de este pinche estacionamiento!
 [...] El viento lo envolvió como una crisálida, le acomodó una bandada de pájaros en las axilas, le hinchó las ropas floreadas como si fueran velas, y, sin aparente esfuerzo, lo elevó quince centímetros —no más— del piso. Pongamos que veinte. Y lo arrojó a tierra como se arroja una colilla, de costado y sin honores, dejándolo abandonado a metro y medio de la silla de ruedas, volcada también.
[Cuento telúrico: Marlon y la tormenta]

Tu madre siempre creyó que la gramática era una rama del álgebra, ¿puedes creerlo?, tan científica ella, y yo no digo que no, pero ¿dónde, entonces, niña querida, quedaría la poesía, o la poesía del equívoco, la del error, querida niña, la del arbitrio, niña, sin arbitrio? La poesía también cuenta, ¿no, mi niña? La poesía también tiene su sitio. Para algo será la poesía, digo yo, la buena y la mala, digo, para darle nombre a las cosas, aunque sea otro nombre, aunque sea el nombre que no es, o para mantener el nombre y cambiar la cosa, que es casi lo mismo ¿no? No lo es. No lo es, querida niña, no lo es. 
[Cuento telúrico: La fábula del arroz y el jugador de ajedrez]

¿Se puede escribir sin miedo? ¿De verdad se puede escribir sin miedo? [...] ¿No es escribir tener miedo, hablar del miedo, ocultar cosas, esforzarse mucho en ocultarlas, quiero decir, quiere decir Elisa, enterrar el miedo en palabras, precisamente, para que el miedo no se vea, gritar por escrito, tartamudear por escrito, susurrar por escrito, temblar por escrito, llorar por escrito, pedir perdón por escrito, MENTIR por escrito?
[Cuento telúrico: Los fantasmas, naturalmente, no existen]

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