VIDA Y AVENTURAS DE MARTIN CHUZZLEWIT

Título:
 Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit
Autor: Charles Dickens
Traducción: David González
Idioma original: Inglés
Editorial: Montesinos
Año publicación/edición: 1844/2003
Páginas: 728

Sinopsis oficial:
La redacción de Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit fue el fruto de un viaje a Estados Unidos que Dickens emprendió en 1842, viaje decepcionante, en el que el autor inglés descubriría la enorme distancia que existía entre los ideales que proclamaban y defendían los ciudadanos americanos y su conducta cotidiana. Entre otras cosas, a Dickens le anonadó la forma violenta con que solían resolverse los conflictos, así como el trato despectivo que se daba a los forasteros.

Martin Chuzzlewit es una sátira deudora de la obra de Swift, en la que el joven Martin actúa como observador irónico de la sociedad norteamericana, que no sale bien parada en sus consideraciones. Catalogada dentro del género picaresco, esta novela es, efectivamente, una crítica corrosiva del panorama social y político de los jóvenes Estados Unidos de América. Como cabía esperar, la obra fue acogida con un sonoro rechazo en tierras americanas, que tanto habían aplaudido obras críticas con la sociedad inglesa de su tiempo, como Oliver Twist. Un año después, sin embargo, Dickens publicaba Canción de Navidad, obra que le reconciliaría con el público lector estadounidense.

Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit gira esencialmente alrededor de tres elementos: la trama en torno a Pecksniff-Jonas, que incluye el estudio psicológico de un criminal y la investigación del crimen; el viaje del joven Martin al Eden (Don Quijote y Sancho Panza en el Valle del Mississipi), básicamente una sátira política; y la trama en torno a Sairey Gamp y asociados, que se entrecruza con la primera trama.

Al decir de Henry James, Martin Chuzzlewit es el libro que mejor reúne los rasgos de la novela victoriana, tanto por su atmósfera como por la brillantez de sus diálogos.

Opinión: 

"Entonces debes saber, para hacerte la historia corta", dijo Martin, comenzando con cierto esfuerzo, como si la revelación no le fuese agradable, "que he sido criado desde la niñez con grandes esperanzas, y siempre se me ha enseñado a creer que algún día seré muy rico. Así debió ser, salvo por ciertas breves razones que voy a contarte y que condujeron a que me desheredaran".

En Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit conocemos a dos Martin Chuzzlewit: uno viejo y otro joven; uno, el abuelo y otro, el nieto. El viejo Chuzzlewit conoce bien las vicisitudes que crea el tener mucho dinero en el bolsillo, lo que esto supone en aquellos que revolotean a su lado siempre buscando posibles ganancias. Desconfía de todo aquel que se le acerca y ve que su nieto se está convirtiendo en otro más con el que hay que tener cuidado. Este anciano está obcecado en proteger al joven del venenoso dinero, y por ello decide eliminar la posibilidad de que herede el suyo. Esta decisión se torna conflictiva, abuelo y nieto rompen su relación, y el joven Martin se aleja para buscar su porvenir y su propia fortuna. Para ello se embarcará hacia América, tierra prometedora, derivando todo en una estancia bastante pintoresca por tierras norteamericanas, en especial en un lugar llamado El Edén, acompañado de un fiel servidor, Mark Tapley, que le ayudará a verse a sí mismo como nunca antes lo había hecho. Conoceremos a otros muchos personajes y entre ellos tenemos a algunos que son como luces en el camino, un buen ejemplo sería Tom Pinch; mientras que otros oscurecerán la senda, como el señor Pecksniff o Jonas Chuzzlewit. Merece la pena conocer a todas las figuras que danzan por estas páginas y todo lo que se cuece en esta novelaza dickensiana que me ha tenido atrapada de principio a fin.

Veo claramente para qué sucios usos se utilizará al final todo este dinero [...] tras llenarme de preocupaciones y penas toda mi vida, perpetuará la discordia y las bajas pasiones cuando muera. Así ocurre siempre. ¡Qué pleitos crecen, todos los días, a partir de las tumbas de los ricos, esparciendo el perjurio, el odio y las mentiras entre los parientes cercanos, donde solo debería haber amor! ¡Que Dios nos ayude, tenemos tantas cosas por las que responder! ¡Oh, ego, ego, ego! ¡Que cada cual se preocupe por sí mismo, y que nadie se preocupe por mí! 

Me gusta mucho leer a Dickens. No todas sus obras leídas me han convencido, pero siempre disfruto de su forma de escribir y de su estilo propio. Esta me ha parecido de las mejores que he leído de él (que son: Canción de NavidadLos papeles póstumos del club Pickwick, Oliver Twist, Nicholas NicklebyLa tienda de antigüedades, Casa Desolada y algún otro Cuento de Navidad). Tenía algo de prejuicios con su Martin Chuzzlewit, pensaba que me iba a resultar tedioso e incluso costoso, y nada más lejos de la realidad. Me ha parecido una novela amena y divertida, con un humor irónico y sarcástico que baña toda la obra con el que he disfrutado muchísimo (que tampoco es extraño en el autor, pero que aquí he sentido con una mayor potencia). Me encanta las figuras que crea y el significado que van acogiendo en todas las ideas que nos quiere transmitir, así como la elección de sus nombres (siempre con su significado detrás), sus juegos de palabras y dobles sentidos (que he podido captar mejor gracias a las anotaciones que incluye la edición), sus títulos de capítulo, su riqueza descriptiva: su forma de transmitir, al fin y al cabo. 

Aunque he leído este libro a ritmo lento, porque también lo he compaginado con otras lecturas, lo he hecho con sumo interés y apegada a la historia y a lo que Dickens me transmitía con ella. Quizás sí noté, en su parte media, que alternaba demasiado rápido de escenario y personajes: hay un punto donde la variedad de personajes, cada cual en situaciones y lugares distintos, era tal que el autor decide alternar capítulos tratando la situación de unos y otros, y cuando quería saber más de, por ejemplo, el joven Martin y Mark Tapley en Norteamérica, me devolvía a Inglaterra para hablarme de otros que no eran tanto de mi interés en ese momento y me dejaba algo decaída. No obstante, nada que haya supuesto obstáculo alguno, simplemente me avivaba el deseo de regresar pronto a aquellos que más me interesaban... 

"¿En qué piensas, tan concentrado?", dijo Martin.
"Bueno, señor, estaba pensando", respondió Mark, "en que si yo fuera pintor y me pidieran que pintara el águila norteamericana, ¿cómo lo haría?". 
"Pintarla tan parecida a un águila como puedas, supongo yo".
"No", dijo Mark, "Eso no me bataría, señor. Tendría que pintarla como un murciégalo por su farta de visión, como una gallinilla de Bantam por su jartancia, como una urraca por su deshonestidá, como un pavorreal por su vanidá, como una avestruz por meter la cabeza en el fango pensando que nadie la ve..."
"¡Y como un ave fénix, por su capacidad para volverse a levantar sobre las cenizas de sus defectos y vicios, y de nuevo remontarse hacia el cielo!", dijo Martin. 

En esta obra el autor analiza y critica diversas temáticas, muchas de ellas de índole social y relacionadas con el comportamiento humano (bastante mezquino en infinidad de ocasiones). Reprende especialmente a la sociedad norteamericana (que conocía), se deja ver la opinión negativa que tenía el autor de su gente y su sistema en el momento de escribir esta obra. Pero el tema central de esta novela es otro, aquí se nos habla de la peligrosidad del ego y del egoísmo, y del envenenamiento que produce el dinero en las personas. Vemos cómo el dinero corrompe, el pozo oscuro en el que se puede caer cuando se ansía demasiado, también del cuidado que hay que tener con los demás cuando se tiene dinero (casi mejor no tenerlo, ya que las relaciones se suelen volver hipócritas y con intereses ocultos), y la enorme importancia de mantener y reforzar en uno mismo valores que den el sentido justo a lo económico y material. También se destaca la fuerza de la crianza, a favor de promulgar buenos valores sin mimar ni consentir más de lo justo, ni basar todo en el dinero ni en las futuras herencias; teniendo siempre presente que una enseñanza inadecuada puede acrecentar vicios y valores indeseables, creando verdaderos monstruos (algo que puede verse un poco de perogrullo, pero que se olvida muchas veces y Dickens nos lo recuerda de muy buena forma). Muy presente la hipocresía, los tratos basados en intereses y conveniencias... La necesidad de saber poner en su lugar a los que juegan sucio, de no dejarse llevar por la ambición y centrarse más en la calidez humana, en la calidad de las relaciones, rodearte de aquellos que no busquen más en ti que tu valor como persona. Esta lectura te lleva a reflexionar sobre estas cuestiones, sobre la necesidad de gobernar el propio ego y el egoísmo que pueden invadirnos sin darnos cuenta y lo significativo de rodearte de aquellos más honestos y transparentes, poniendo las antenas sobre los que solo te dicen lo que quieres oír y que solo se acercan cuando hay posibles beneficios... Sin caer tampoco en pensar que todo lo que nos rodea es malo y que no se puede confiar en nadie, porque te puede llevar a cerrar puertas a los que realmente sí merecen entrar. 

Así se había ido haciendo egoísta. 
Pero nunca lo había sabido. Si alguien le hubiera atribuido ese vicio, habría rechazado, indignado, la acusación, y se habría sentido calumniado sin razón. Nunca lo había sabido, a no ser que, recién levantado del lecho de una grave enfermedad para velar por otro acostado con lo mismo, sintió qué cerca estuvo el Ego de caer en la tumba, y qué cosa tan pobre, incontrolable y triste era. [...]
y el Ego, Ego, Ego se desplegó sobre el escenario. [...]
en la horrible soledad de aquel sitio tan horrible, tan lejos de la esperanza, con la ambición apagada y la muerte a su lado, tocando a cada puerta, llegó la reflexión como a un pueblecito asediado por la peste. Y así sintió y supo el fracaso de su vida y vio con claridad lo fea que era la mancha.

Se tratan mucho las relaciones familiares y con allegados, saber a quién dar, con quién quedarse, qué valores avivar y cuáles no en los jóvenes integrantes... Acoger como familia a aquellos que, aunque no lo sean, son los que realmente merecen nuestro trato y compromiso. Dentro de las familias, y relacionado con la importancia de la educación, se trata esa idea de: se cosecha lo que se siembra, así que cuidado con lo que enseñas... También se deja ver que aun teniendo un fondo bondadoso, este puede corromperse por alimentarse demasiado el propio ego y la ambición: el joven Martin ha de aprender esto y rescatar de su persona lo verdaderamente valioso, eliminando lo que se ha adherido en él formando una mancha. El amor también está presente, en sus diferentes formas: romántico, fraternal, de amistad. Se muestra que hay que valorar la presencia, el apoyo, la bondad y la alegría que dan aquellos que nos ayudan a ser mejores simplemente porque son buenas personas, ¡esos siempre en nuestro equipo! Personajes como: Tom Pinch o Mark Tapley (que además pertenecen a una escala social inferior a la de los Chuzzlewit), son el mejor ejemplo de ese tipo de personas. He de destacar lo mucho que he disfrutado de la sabiduría, e incluso de la filosofía de vida, de Mark Tapley, un señor alegre por naturaleza que no ve mérito en estar alegre cuando las circunstancias son buenas, por tanto va en busca de cierta adversidad para que seguir alegre sea realmente meritorio (me daba risa cuando comenta esto una y otra vez); muy acertados muchos de sus argumentos, ¡un personaje especial! En este libro no solo son protagonistas los dos Martin Chuzzlewit, que tanto uno como otro aprenden a lo largo del camino, más el joven que el viejo, pero ambos; también acogen muchísimo protagonismo otros, como el villano del señor Pecksniff y sus hijas, Jonas Chuzzlewit, la señora Gamp —enfermera que da mucho juego—, o, los ya nombrados, Mark Tapley y Tom Pinch, este último me ha emocionado en varias ocasiones y considero que el final de la obra es prácticamente suyo, dudo que una vez leído el libro no te venga más de una vez a la cabeza... 

En resumen, una novela divertida aun sin tratar asuntos alegres, con un humor delicioso, siempre presente, y mucha crítica en todo; una obra en la que vas a encontrar diversidad de figuras (no solo a los Martin) y multitud de situaciones marcadas por ansias de dinero, envidias, ego y egoísmos varios, vicios y valores indeseables, pero donde también se deja ver aprendizaje, lealtad, generosidad, bondad, amor y amistad de verdad. Otra obra dickensiana leída y que se sitúa alto en el pódium de mis obras preferidas del autor. Me quedo con el mensaje que a mí más me transmite que es la importancia de ser una buena persona, de tener ojo con aquellos que nos rodean sabiendo elegir a quiénes tener con nosotros y dando al dinero no más relevancia de la justa y necesaria. Una experiencia lectora muy buena este Dickens, y ya, sí que sí, el próximo será: Grandes esperanzas, no quiero tenerlo más tiempo esperando.

Comentarios

  1. Hola María, alabo tu tesón con Dickens, yo leí David Copperfield y aunque reconozco que me gustó mucho... me entra pereza de ponerme a leer otro Dickens, supongo que algún año caerá.
    Un besazo

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    1. Hola, Nitocris.
      Entiendo, jajaja, la pereza y los tochos de Dickens van casi un poco de la mano... Pero bueno, realmente se suele leer bien, al menos mi experiencia con él así ha sido (aunque algunas de sus obras no me convencieron del todo o me han resultado más extensas de lo necesario, en el momento de leerlas tampoco me parecen un suplicio ni mucho menos). Pero sí sí, entiendo que cueste un poco iniciarlas. Ya contarás si te vuelves a animar con el señor Dickens, seguro que disfrutas de más obras suyas (por cierto, Copperfield es una de las que tengo pendientes).
      Un abrazo.

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  2. Ya sabes lo mucho que me gusta Charles Dickens y que casi siempre coincidimos las dos en señalar las obras que más nos gustan de este gran autor. Al igual que tú, disfruté mucho de Martin Chuzzlewit y caí rendida al encanto de su Mark Tapley (¿no te recordó un poquito al Sam Weller de Pickwick?). Creo que, de momento, en la única que no coincidimos del todo es "La tienda de antigüedades". Estoy deseando leer "Casa desolada" y "La pequeña Dorrit", ya comentaremos. Un beso grande.

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    1. ¡Hola, Mónica!
      Muy guay esto de poder ir comparando lo que nos parecen las obras dickensianas, ya que las vamos leyendo más o menos a la par... El Martin Chuzzlewit ha cuadrado con nosotras, sí sí. Y totalmente de acuerdo con esa asociación que haces entre Sam Weller y Mark Tapley, no lo había pensado, ¡pero llevas toda la razón! jejeje Recuerdo que La tienda de antigüedades te gustó más a ti que a mí, sí. Tengo pendiente La pequeña Dorrit, pero antes caerá Grandes esperanzas, que lleva demasiado tiempo esperando... En cuanto a Casa desolada te diría que te va a encantar, me extrañaría que no lo hiciese, yo la disfruté mucho y la sitúo arriba en el pódium (de momento).
      ¡¡¡¡Seguimos hablando!!!!
      Un abrazo.

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