LUCERNA Y ALBERT

Título:
«Lucerna» y «Albert»
Autor: Lev Tolstói
Traducción: Selma Ancira
Idioma original: Ruso
Editorial: Acantilado
Año publicación/edición: 1857-58/2024
Páginas: 112

Sinopsis oficial:
Escritos en 1857 y 1858, estos dos relatos son un tributo a la pasión de Tolstói por la música y están inspirados en episodios de su vida. En «Lucerna» ofrece evocadoras descripciones de la ciudad junto al lago y recrea en primera persona los conflictos de su protagonista, el príncipe Nejliúdov, a quien una melodía encantadora saca por unos instantes de su pesadumbre y le devuelve el puro amor a la vida: «¿Qué más se necesita? Todo es tuyo, todo es bueno…». En «Albert» elabora la historia de un violinista de gran talento al que efectivamente tuvo ocasión de escuchar en San Petersburgo y cuya miserable suerte lo conmovió profundamente, a juzgar por una anotación en sus diarios donde se refería a él como un «maníaco genial». Dos cuentos en los que brilla el prodigioso talento para la observación y el detalle del gran escritor ruso.

Opinión: 
En estos dos relatos, «Lucerna» y «Albert», Tolstói refleja su pasión por la música y también sucesos y figuras reales que conoció y que le inspiraron para crear estos dos cuentos. Se centra en la música, sí, apreciándose en todo momento lo importante que era para él; pero también, a luz de la misma, nos lleva a diversas cuestiones sociales y a aquellos que tienen el don de gobernar un arte. En ambos textos nos presenta al músico como genio, un artista que vive a su manera y con una perspectiva de la vida distinta del resto. Asocia el talento con cierta forma de locura; el talento sobresaliente con una manera de vivir propia, extrema quizás, fuera de norma, ingobernable...

Relatos muy bien escritos, no esperaba menos tampoco. Tolstói siempre consigue engancharme a lo que me cuenta de manera sencilla, pero efectiva. Se leen en nada, además. Es curioso también que estén inspirados en hechos reales. Leer a Tolstói siempre me parece una buena idea. La edición de Acantilado, en esta colección de Cuadernos, es también a destacar. En esta editorial: todo sin tacha. A continuación, hablo de cada relato por separado. Si te animas a leerlos, espero que también te parezcan interesantes.

Lucerna (1857) 

No lograba entender qué era, pero era muy hermoso. Todo resultaba extraño: aquellos voluptuosos y lánguidos acordes de guitarra, aquella melodía dulce y ligera y aquella pequeña figura solitaria del hombrecito vestido de negro en medio del quimérico escenario del lago oscuro, con la luna asomando por entre las nubes, las dos inmensas agujas de las torres elevándose en silencio y los negros chopos del jardín; todo era extraño, pero de una belleza indecible, o a mí así me lo pareció. 

En Lucerna nos desplazamos a esta ciudad suiza de la mano de un príncipe ruso que pasa ahí unos días. Nos muestra ese mundo de turistas pudientes que se mueve en la zona, la contaminación inglesa que modifica en cierta forma el paisaje natural... Algo hastiado, este príncipe topa con una melodía que lo embelesa, una melodía que lo saca de su situación presente para elevarlo a otro mundo de belleza y poesía. Nos habla de la figura que toca esa melodía con su guitarra, una especie de mendigo con un talento inusual que paraliza a todos a su alrededor con su música. Conecta de inmediato con su talento musical y, al mismo tiempo, presencia como todos, ricos la mayoría, se llenan del arte que este vagabundo les regala, disfrutando todos de ese concierto callejero... Saben lo bueno que es, enriquecen su tiempo llenándose de su música. Sin embargo, una vez finalizado, cuando el mendigo talentoso pide algo de dinero: todos ríen, todos se van sin darle nada, absolutamente nada. Pero lo peor para nuestro príncipe, que mira a su alrededor boquiabierto, son las risas. La ausencia de respeto ante un arte que pocos dominan con tal perfección. ¿Cómo es posible que nadie, ninguna de esas personas que han estado escuchándolo durante tanto tiempo, bebiendo de su talento y saboreándolo, le dé una mísera limosna al menos? Va en busca de ese hombre, lo llevará consigo e insistirá en que se le dé el lugar que merece. Cuando va a su lado ve cómo es verdaderamente el mundo que le rodea; ese que a él lo alaba y le pone todo por delante, a otros menosprecia y maltrata... Una crítica a esa sociedad de clases, pudiente, que mira desde arriba al de abajo; y también a los de abajo que tienen la osadía de mirar desde arriba al que aún está más abajo que ellos... ¡Cómo un talento tan grande puede ser tan maltratado! Esto parece decir Tolstói con este relato.

Me acerqué más. El hombrecito parecía ser un vagabundo tirolés. Estaba delante de las ventanas del hotel, con una pierna adelantada, la cabeza echada hacia atrás y, rasgueando la guitarra, cantaba con distintas voces su graciosa canción. De inmediato sentí ternura por ese hombre y agradecimiento por la sacudida que había producido en mí. 

Sentí dolor, amargura y sobre todo vergüenza por el hombrecito, por la muchedumbre, por mí; como si el dinero lo hubiera pedido yo y no me hubieran dado nada y encima se rieran de mí. 

Albert (1858)

Los recuerdos surgían espontáneamente, y el violín de Albert decía siempre lo mismo. Decía: «Ha pasado para ti, ha pasado para siempre el tiempo de la fuerza, del amor y de la felicidad. Ha pasado y no volverá. Llora por él, derrama tus lágrimas, muere llorando por aquellos días. Es la única felicidad que te queda, y la mejor».

La música había causado en él una impresión tan fuerte e insólita, que sintió ganas de hacer el bien a aquel hombre. Se le ocurrió llevárselo a vivir a su casa, vestirlo, buscarle un empleo... En pocas palabras, sacarlo de la sórdida situación en la que se encontraba. 

En Albert el autor nos presenta a un violinista espléndido. Alguien que al tocar su música paraliza todo a su alrededor. Es lo que consiguen los genios, aquellos que dominan el bello arte de la música como si fuese algo fácil; aquellos que crean belleza, que son capaces de transmitirla a través de su instrumento. Este hombre tiene una vida tormentosa, presenta una adicción al alcohol muy fuerte y vive arrastrado prácticamente, solo acogiendo forma humana al tocar el violín. Hay alguien que topa con él y con su talento, alguien que quiere ayudarle, ofrecerle lo que necesite para que siga con su música eclipsando al mundo como lo ha eclipsado a él. Sin embargo, la actitud de este violinista no es la que su salvador espera. Una jaula no va a retenerlo. Su genialidad, su alcoholismo, esa vida de artista talentoso parecen asociarse a su propia tormenta interna, todo eso le lleva por derroteros que una simple buena intención no va a poder evitar...

El arte es la manifestación más elevada de la grandeza humana. Le es concedido a unos pocos elegidos y los eleva a una altura tan grande que la cabeza les da vueltas y les es difícil mantenerse cuerdos. En el arte, como en todo combate, hay héroes que entregan todo a su servicio y que pierden la vida sin haber logrado su objetivo. 

Comentarios

  1. Qué edición tan bonita. No sabía que Tolstoi fuese tan aficionado a la música, aunque ahora que lo pienso, solo he leído sus grandes obras. Así que me apunto estos dos relatos, qué maravilla. Besos.

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    1. De Tolstói ya llevo unas pocas obras leídas, tanto extensas (como su Guerra y paz, Anna Karénina, Resurrección...) como cortas y algunos relatos. Todo lo leído me ha encantado, aunque no todo me haya llegado de la misma manera siempre le saco punta. Algo siempre me llevo de sus lecturas y me gusta mucho eso, me hace reflexionar y a la vez disfruto leyéndolo. Tengo Confesión esperando, a ver qué me parece. Y sí, sí, le encantaba la música y lo deja patente no solo en estos relatos, también en otras obras que había leído anteriormente la música acoge cierto protagonismo.
      Si los lees, espero que también te gusten (la edición es una cucada, muy manejable también).
      Un abrazo, Mónica.

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