AGUAS DE PRIMAVERA

Título:
Aguas de primavera
Autor: Iván S. Turguénev
Traducción: Joaquín Fernández-Valdés 
Idioma original: Ruso
Editorial: Alba (Colección Clásica)
Año publicación/edición: 1872/2023
Páginas: 216


Sinopsis oficial:
A los cincuenta y dos años, Dmitri Pávlovich Sanin, cansado y con «aversión a la vida», reflexiona una noche «sobre la vanidad, la inutilidad, la vulgar falsedad de todo lo humano». Al rebuscar en unos cajones ha encontrado una pequeña cruz de granates que le retrotrae a su juventud, cuando, ocioso y despreocupado, viajaba por Europa y recaló en Fráncfort. Allí se enamoró de Gemma, una muchacha italiana de «brazos marmóreos como las diosas del Olimpo», y se comprometió con ella. Nunca había conocido mayor felicidad. Sin embargo, en un viaje a Wiesbaden para vender su pequeña hacienda y disponer de dinero para casarse, algo cambia. Si había creído que el amor es «como una revolución» capaz de trastocar todo su ser, ahora de repente se introduce en un mundo de principios revocables y relaciones ambiguas, nada ideales, y descubre impulsos insospechadamente destructivos. Aguas de primavera (1872) fue uno de los mayores éxitos de Turguénev y es la crónica, día a día, de un amor exaltado que recibe, primero con alegría, luego con desazón, los imprevisibles giros que da la vida. Con su habitual delicadeza, su renuncia a la ironía y a la condescendencia, la prosa de Turguénev se abre paso, entre efectos a veces pictóricos, a veces musicales, en una historia a la vez distante y profundamente sentida sobre cómo alguien puede dejar de reconocerse a sí mismo.

Opinión: 

Reflexionó sobre la vanidad, la inutilidad, la vulgar falsedad de todo lo humano. Todas las edades pasaron, una tras otra, ante la mirada de su mente (él acababa de cumplir cincuenta y dos años) y ninguna obtuvo su piedad. En todas el mismo ajetreo sin sentido, el mismo chapoteo inútil, el mismo autoengaño medio bienintencionado, medio consciente [...], hasta que un día llega la vejez de improviso, como una repentina nevada que cae sobre la cabeza, y con ella un miedo a la muerte creciente, que todo lo corroe y carcome... y ¡pum, al abismo!

Dimitri Sanin, un hombre ya maduro, mientras reflexiona sobre la vida y la rapidez de la juventud con cierto fastidio y rabia, encuentra en un cajón una crucecita de granates; una cruz que lo lleva al pasado y a pensar en aquella que se la regaló. Y nos vamos con él a esos recuerdos, al verano de 1840 cuando tenía veintidós años y estaba parado en Fráncfort en el camino de regreso a Rusia tras un viaje por Europa. Es allí en Fráncfort, en una confitería italiana, donde conoce a Gemma de una manera un tanto inesperada. Así como la primavera llega de repente, nuestro protagonista siente la fuerza del primer amor al conocer y entablar relación con esta joven. Sus planes de regresar a Rusia cambian y decide vender sus tierras para poder quedarse ahí donde ha encontrado el amor. Le surge la oportunidad de negociar la venta con una dama rusa, esposa de un amigo, una mujer que le mostrará un florecimiento, una vida y una forma de relacionarse muy diferentes a lo encontrado en Gemma. La vida da giros y giros. Lo intenso y lo pasional confunden. Lo que se siente fuerte e irrompible se diluye... Se toman decisiones aun cuando el suelo que se pisa no es firme, llevando a consecuencias nefastas. El tiempo pasa por todo, por el amor, por nosotros, incluso por la primavera, por muy intensa y floreciente que sea terminará dando paso al verano inexorablemente. 


Perplejo examinó la crucecita unos instantes y de pronto lanzó un débil grito... Sus rasgos expresaban algo entre el pesar y la alegría. Era como el semblante de alguien que se encuentra de repente con una persona a la que hace mucho que ha perdido de vista, a la que había amado tiernamente y que ahora aparece de improviso ante su mirada; la misma persona... pero totalmente cambiada por los años. 

La trama y los personajes han ido ganándome poco a poco, al iniciar no tenía todas conmigo con que esta novelita fuese a cumplir con lo que esperaba encontrar en una obra de Turguénev (las expectativas, ya sabes, siempre ahí haciendo de las suyas). ¿Notaba quizás demasiada intensidad, tan de primeras? No sé. Pero al llegar a cierto punto y al intuir lo que se estaba cociendo ahí debajo, a lo que el autor parecía querer llevarme, empecé a sacarle jugo a lo que se me contaba. La aparición de un personaje bastante potente como es el de la dama rusa, esa a la que Sanin va a vender sus tierras, la forma en la que esta especie de mujer fatal llega y conocemos su apuesta... ¡me dejó impactada! He estado muy interesada en la trama y en el destino de sus personajes, gustándome mucho también la forma de contar del autor y la estructura que tiene la obra: ese inicio en el presente acogiendo los recuerdos para llevarnos al pasado y a todos los personajes, presentando todo muy bien sin necesidad de demasiada extensión, volviendo finalmente al presente para darle un cierre a mi parecer estupendo. Se nos habla aquí del amor y del paso del tiempo, principalmente. De cómo la juventud vuela y la intensidad y las pasiones son efímeras. En el protagonista se deja ver la culpa y el arrepentimiento, al analizar su vida no ve nada con sentido a excepción de algo que dejó pasar, valorando ahora cómo decisiones tomadas con la ligereza y el apasionamiento de la juventud pueden marcar de forma trágica una vida entera... Los años han pasado, la juventud quedó atrás, ahora recuerda con melancolía y añoranza aquello que no supo valorar bien. La muerte cada vez está más cerca, aún queda algo de tiempo, eso sí, quizás para nuestro protagonista haya oportunidad de reencuentros que le traigan serenidad y paz a su vida...

En fin, lectura disfrutada. Tenía pendiente a este autor ruso y este título, Aguas de primavera, una de sus pequeñas novelas, ha sido mi puerta de entrada a su literatura. No ha estado nada mal, ha sido un buen contacto con el autor, tanto su estilo como lo que me ha parecido que transmite con esta historia me han convencido mucho. Además, en esta edición, que incluye una Nota preliminar de Joaquín Fernandez-Valdés, se habla de que lo narrado está inspirado en vivencias del autor, dicho por él mismo, con ciertos retoques, tanto lo que ocurre como los personajes mostrados tienen su base en sus propias vivencias y en personas reales con las que tuvo relación. A mí estas cosas siempre me gustan, es como que le da cierto plus saber que detrás de la ficción a la que nos lleva el autor hay figuras y experiencias reales. No sé aún que será lo próximo que leeré de este escritor ruso tan querido por muchos, pero no tengo dudas de que regresaré a él.  

Comentarios

  1. Hola María, yo de Turgenev leí Diario de un hombre superfluo que me resultó entretenida y me gustó. Creo que, por lo que comentas, tiene un ligero parecido con esta. Un besazo

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    1. Tengo varias obras suyas en mente, no sé con cuál de ellas continuaré leyéndolo. Veo que entre sus obras hay algunas que gustan bastante, y otras que un poco ni fú ni fá. No sé. jejejeje A ver si en la siguiente, como mínimo, me resulta como dices entretenida y le saco provecho. Ya veré cuál cae.
      Un abrazo, Nitocris.

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  2. Pues yo también tengo pendiente a Turguénev y me gustaría empezar a leerlo por alguna de sus obras que no sea demasiado larga, así que estas Aguas de primavera me vienen que ni pintadas: corto, pero intenso. Y si además tiene cierto tinte autobiográfico, pues mejor que mejor. Me ha encantado tu reseña y que nos cuentes tus temores iniciales. Tomo nota. Besos.

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