BRUJAS (la muerta)

Título
Brujas (la muerta)
Autor: Georges Rodenbach
Traducción: Cristian Crusat
Idioma original: Francés
Editorial: Firmamento Editorial
Año publicación/edición: 1892/2023
Páginas: 152


Sinopsis oficial:
Incapaz de sobreponerse a la muerte de su mujer, el taciturno protagonista de esta novela, Hugues Viane, decide instalarse en Brujas, donde el agua estancada de los canales eterniza su duelo. Durante el día, Viane permanece en casa, resignado a una vida de aislamiento sólo ritmada por el sonido de las campanas. Con el caer de la tarde, sale y pasea por calles solitarias en otro tiempo orgullosas de su rico pasado comercial. Será en el curso de una de esas deambulaciones, siempre bajo el acecho del antiguo beffroi de la ciudad, cuando se cruce con Jane, una joven vedette en la que Viane proyectará fatalmente el «recuerdo viviente» de su esposa muerta. En su imaginación —en su memoria—, el rostro de ambas mujeres se une hasta confundirse. Pero, con cada encuentro, las diferencias acabarán aflorando: veleidosa, trivial, amante del lujo y de la riqueza, Jane está lejos de revelar la sustancia, la gracia y la dulzura de la difunta, y la enfermiza relación entre ambos, alimentada sólo por falsas ilusiones, tomará pronto un giro inesperado.

Obra maestra de la literatura simbolista finisecular, de la que no se excluyen las tesis de lo fantástico, Brujas (la muerta) vería la luz por primera vez en 1892. Más de un siglo después, esta trágica historia de amor y pérdida, pionera en el uso narrativo de la fotografía, conserva intacta su capacidad de fascinación. Con una nueva e inspirada traducción y un prólogo esclarecedor de Cristian Crusat, la presente edición restaura el texto ataviado con las treinta y cinco ilustraciones aparecidas en la publicación original, a fin de presentarla ante una nueva comunidad de lectores

Opinión:
En julio de este año la editorial Firmamento nos trajo este título, Brujas (la muerta), de Georges Rodenbach, que llamó mi atención de forma inmediata. Primero, porque este septiembre tenía planeado un viaje a Bélgica —viaje que ya he disfrutado— y entre los destinos que iba a visitar se encontraba Brujas (ciudad belga que tiene un protagonismo muy especial en esta obra); y segundo, por lo que me transmitía la sinopsis y ese formato especial que parecía tener, así como ese estilo algo llamativo y sombrío de la historia. Estaba deseando leerla e inicié la lectura con ganas; la experiencia lectora cumplió, y con creces, mis expectativas. 

¡Y qué triste se veía Brujas también al atardecer! ¡Le gustaba así! La había elegido por su particular tristeza, al punto de instalarse en ella tras la gran catástrofe.

Las ciudades, en particular, encierran una personalidad, un espíritu autónomo, un carácter prácticamente expreso que se corresponde con la dicha, el nuevo amor, la renuncia, la viudez. Toda ciudad es un estado del alma: apenas paramos en ella, ese estado del alma se comunica, se nos transmite un fluido que se inocula y se incorpora con el roce del aire.

En Brujas (la muerta) conocemos a Huges Viane, un hombre que arrastra sensaciones acordes a lo que esta ciudad gris, Brujas, despierta en él. La elige como lugar idóneo para convivir con su dolor, un dolor que arrastra de forma inexorable y persistente; un duelo desgarrador causado por la muerte de su esposa. Una esposa cuya ausencia está presente en su día a día; una presencia ausente que baña su vida y con la que lidia a su manera doliente... Un día, en esta misma ciudad que lo acompaña en su duelo, vislumbra a una mujer que le ilumina su pozo oscuro, una mujer con una increíble semejanza —semejanza envenenada— a su muerta amada. Este asombroso e inesperado parecido le llevará a una delirante pérdida del sentido y a ver de forma distorsionada la realidad, una realidad que tarde o temprano se hará notar y será implacable. 

¡Me ha parecido una novela estupenda! Triste, eso sí. Me atrapó enseguida. El autor nos mete no solo en la vida del protagonista, sino también en esa Brujas bañada de un gris perpetuo, y acompañando el texto de fotografías de la misma (obra pionera en el uso narrativo de la fotografía, por cierto). Nos muestra como un personaje más a esa Brujas que acoge a este viudo doliente, muy doliente... Y ¡qué forma de plantearnos lo que corroe a este hombre!, así como esa vía de escape que se le abre por la semejanza entre esa mujer desconocida y su esposa perdida (la importancia que adquiere el concepto de semejanza a lo largo del texto también es destacable). Ese parecido que le devuelve un poco de luz y color a su vida gris en la que caminaba; que lo envuelve en una vorágine de sensaciones, muchas veces encontradas, a las que intenta aferrarse para que su castillo de arena no se derrumbe, para no regresar al dolor y a la soledad. Pero esa semejanza y esa luz no pueden ser otra cosa que una falsedad, un parecido cruel que poco a poco lo devora al ir mostrándose la realidad tras esa primera aparición que lo dejó encandilado. Tenemos muerte, dolor, duelo, soledad, asombro, ilusión, culpabilidad, decepción, tristeza, miedos, incluso rabia y venganza... Y qué cierre tiene la novela, ¡un final tremendo!

Al principio, deslumbrado completamente por el reconocimiento del mismo rostro, su emoción acudió cómplice. Luego, poco a poco, a fuerza de esclarecer los paralelismos, acabó atormentándose por cada matiz.  Las semejanzas residen únicamente en los contornos y el conjunto. Pero todo se altera cuando nos empecinamos en los detalles. 

El estilo y voz del autor me han encantado. Destaco muchísimo esta experiencia lectora entre otras cosas por esto mismo, porque he disfrutado mucho de su narrativa, de su forma de contarnos, del simbolismo que utiliza y también, algo que ya he señalado antes, por el uso de esas fotografías de la ciudad que cumplen con su función y nos llevan a donde él quiere que vayamos, erigiendo a esta ciudad belga de forma especial que marca al lector. En palabras de Cristian Crusat: «Sin duda, la personificación de Brujas constituye uno de los grandes hallazgos de esta novela, acaso el de mayor alcance. Pues con ella se consolida definitivamente el topos de la ciudad muerta en la literatura europea. Desde entonces esta mansa ciudad belga se ha erguido como epítome de ciudad gris, de paradigma luminar: entre sus calles uno abandona esta vida y accede a un vórtice espectral».

Te invito a que conozcas y te acerques, si puedes, a esta novela. A mí no me ha dejado nada indiferente y mi viaje, que me ha permitido pasear por esas calles de Brujas y recorrer zonas que el protagonista retrata a lo largo de la novela, ha hecho que la vivencia con la obra haya sido aún más completa y redonda. 

Y, en mitad del silencio, se le allegó un estruendo de campanas, de todas las campanas al unísono, que comenzaban a tañer por el regreso de la procesión a la capilla de Saint Sang. Apariencia fútil de vida, resurrección que no había abarcado más de una mañana, aquel hermoso cortejo había tocado a su fin, todo cuanto había sido y se había salmodiado. Las calles estaban desiertas de nuevo. La ciudad se acuartelaba para su soledad. 

Finalizo diciendo que disfruté mucho de mi paso por Brujas, en la que pasé un día, visita breve pero suficiente para empaparme un poco de su esencia, y fue además un poco peculiar. Al llegar a la ciudad, esta me acogió con ese gris mencionado, con llovizna y frío, con silencio y ausencia de cualquier alma (llegué bastante temprano). Pude recorrer sus calles en este estado que totalmente cala en el caminante de las maneras que menciona el autor. No obstante, con el paso del día, se fue llenando de bullicio (a día de hoy es bastante turística, señalo), así como de un sol tenue que fue llenando de luz cada rinconcito. Pude ver esa Brujas de la que me habla Georges Rodenbach en esta novela, pero también otra algo más reconfortante y luminosa... Sea como sea, merece muchísimo la pena conocer el encanto y la singularidad de esta pequeña ciudad belga, dejo una foto tomada mientras paseaba donde se puede ver el campanario (presente en la ilustración de la cubierta de esta edición).

Comentarios

  1. Nunca había oído hablar ni del autor ni de la novela. Me la anoto en mi libreta por si la veo en alguna librería, aunque desconozco si llegó a Argentina. Ojalá que sí.
    Brujas es una ciudad que no conozco pero que me atrae, siempre que hay una publicación sobre ella, ahí me quedo. Qué bueno que hayas disfrutado de tu viaje.
    Cariños desde este lado del charco.

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    1. Hola, Romina.
      Pues en estos momentos no sé decirte si esta edición está disponible por allí. Pero si lo está, te invito a que le des la oportunidad. Buenísima historia, muy bien escrita, y la verdad es que la edición tan cuidada (y a mi parecer atractiva) también acompaña. Yo antes de sacarla la editorial, tampoco la conocía... Ahora el autor ya se ha quedado en mi radar.
      Brujas es muy bonita, de esas ciudades con encanto (aunque a día de hoy a muchas personas le choca encontrar tanto turismo; yo entiendo lo que dicen, pero a la vez, siendo una de esas turistas no me voy a quejar! jajaja que muchas veces nos quejamos de eso, cuando nosotros también formamos parte justo de esa masa de turistas de la que nos quejamos)
      Un abrazo.

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  2. Nos traes una propuesta sumamente interesante, Magdalena. No conocía título, autor ni editorial, pero tomo buena nota de los tres. La novela en sí es muy tentadora: un viaje tanto a la Brujas de la época como a la torturada alma del viudo protagonista.
    Me alegro que hayas disfrutado del viaje.
    Un abrazo

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    1. Totalmente, merecen el apunte las tres cosas jejeje Diría que este título también te removería algo a ti, está muy bien escrito y los temas tratados los trabaja con mucha originalidad a mi modo de ver. La edición tan chula acompaña muy bien, ¡ha sido una gran lectura!
      Si en algún momento te animas o tienes la oportunidad de leerla, estaría encantada de saber qué te parece.
      Un abrazo, Lorena.

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