LOS RESTOS DEL DÍA

Título: Los restos del día
Autor: Kazuo Ishiguro
Traducción: Ángel Luis Hernández Francés
Idioma original: Inglés
Editorial: Anagrama

Año de publicación/edición: 1989/2019
Páginas: 253

Sinopsis oficial:

¿Qué ocurre cuando las personas a las que has dedicado los mejores esfuerzos, a quienes considerabas un modelo de excelencia, se revelan como unos cobardes indignos, y sus criterios de valor como una canallada? Estas son las preguntas que están a punto de desenvolverse ante los ojos de Stevens, quien durante treinta años ha servido como mayordomo para lord Darlington. Corre el año 1956 y unas cuantas cosas han cambiado en la existencia rutinaria de Stevens: la Segunda Guerra Mundial empieza a quedar atrás, lord Darlington ha muerto y el nuevo propietario de Darlington Hall, un estadounidense, le presta a su mayordomo el coche familiar para que se tome unas vacaciones. Stevens emprende un viaje (¡su primer viaje!) para encontrarse con la señora Benn, antigua ama de llaves de la casa, quizás su mejor amiga en el mundo. Al tiempo que su vida se le revela como una sucesión de experiencias vicarias Stevens va comprendiendo las oscuras intrigas que se cocían en Darlington Hall. Pero su entendimiento no parece dispuesto a asumir las responsabilidades sin antes interponer un sutil bosque de excusas y justificaciones.

Opinión:  

Los restos del día era de esos títulos que quería leer desde hace mucho tiempo y que cuanto más leía sobre él, más altas se situaban las expectativas. Una vez leído, esas expectativas a gran altura se han visto satisfechas. De mis mejores lecturas del año. Iniciamos en 1956 en Darlington Hall, una mansión inglesa que otrora fue propiedad de lord Darlington, un hombre importante y de grandes contactos, que tras su muerte fue comprada por un estadounidense, mister Farraday. El nuevo propietario decidió quedarse con parte del personal que tenía la casa, incluyendo al mayordomo Stevens, nuestro protagonista...

Stevens ha sido mayordomo toda su vida. Sirvió durante treinta años a lord Darlington y considera su empleo no solo su identidad, sino también un deber de lo más honorable y digno —siempre que se haga como debe hacerse y para quien merezca hacerse—. Muy central para él la dignidad dentro de su condición. Es un mayordomo inglés de pura cepa, con todo lo que eso conlleva. Una persona estricta, cuadriculada, leal, en la que el deber y la responsabilidad que le competen están por encima de todo, incluido de sí mismo. El servir a su señor lo mejor posible es su día a día. Sirviendo a lord Darlington, junto a su deber como mayordomo, le acompañaba la creencia insoslayable de que su trabajo influía y era determinante en cuestiones que afectarían a la humanidad, al mundo exterior tras los muros de Darlington Hall. Esto le daba más sentido a su cometido y ponía todo su empeño en hacerlo a la perfección. Pero uno a veces se percata de que aquello que creía a ciegas, y en lo que confiaba, no era tal como pensaba en realidad; a Stevens le llega el momento ahora, tras muchos años de vida y de trabajo, de reflexionar sobre eso y asumir los hechos. Nos llevará por sus recuerdos mientras realiza un viaje que emprende para ir en busca de una antigua ama de llaves, miss Kenton. Esta mujer también trabajó para el antiguo señor de la casa y se marchó al contraer matrimonio; traerla consigo ahora resolverá los problemas que está sufriendo actualmente por falta de personal. Pero esta antigua ama de llaves no es cualquiera, los años y los momentos que vivió con ella también se le vienen a la cabeza en su mirada hacía atrás en el tiempo, y tras ese regresar parece comprender mejor ciertas reacciones y cosas que ocurrieron (al lector no le cabe duda alguna de lo que pasó, a Stevens le cuesta algo más centrarse en aquello que no sea su deber de mayordomo). Este viaje le sirve para poner las cosas en su sitio, para ver el pasado como lo que fue realmente, que "lo hecho, hecho está"; que los "y si..." y los "debería de haber hecho..." ya no sirven de nada. Asumir y aceptar, dejar las excusas y justificaciones de lado. Cuando el pasado queda atrás, cuando gran parte del camino ya está andado, gran parte del día consumido y trabajado, lo único que uno puede hacer es centrarse en lo que queda del día. 

¿Qué sentido tiene estar siempre especulando sobre lo que habría pasado si tal situación o tal otra hubiesen terminado de forma diferente? Acabaría uno loco. En cualquier caso, aunque me parece muy bien decir que hubo momentos trascendentales, solo es posible reconocerlos al considerar el pasado. Evidentemente, cuando ahora pienso en aquellas situaciones, es cierto que me parecen momentos cruciales o únicos en mi vida; sin embargo, mi impresión mientras sucedían no era la misma.

Qué gran lectura, maravillosa. Muy bien escrita, con una estructura muy atractiva, dividida en los días que dura el viaje que emprende este mayordomo y durante el cual va saliendo a la luz lo que lleva dentro, los pensamientos y acontecimientos que aun guardados en su mente le cuesta asumir, el llanto reprimido por fin se exterioriza. Junto a sus recuerdos nos vamos moviendo en el tiempo, el lector le va dando sentido a su historia y a lo que este mayordomo recto, este perfecto mayordomo inglés, vivió y lleva arrastrando a su manera. Este viaje le dará una serie de experiencias que le permitirá seguir adelante, sin echar tanto la vista hacías atrás. 

Stevens, un personaje peculiar pero cuyo comportamiento tiene sentido en todo momento, si atendemos a su persona. Puede hacer sentir al lector algo de impotencia quizás, por ciertas actitudes que tiene, pero que al narrarnos en primera persona y acceder a su modo de ver la vida, vemos cada uno de sus actos coherentes con su persona (al menos así lo veo yo). Todo lo hace tal y como esperaba que lo hiciera por ser como es, me ha encantado la construcción del personaje en ese sentido: el cómo se nos transmite toda la información sobre él hace que verdaderamente conozcamos a Stevens muy de cerca, al final no lo juzgamos, lo podemos llegar a entender, solo nos queda echarle una mano al hombro y brindarle cierto consuelo. Miss Kenton, tremendo personaje, triste su insatisfacción con la vida, pero muy sensata finalmente al asumir ella también que hay que quedarse con lo que se tiene y no con lo que pudo ser. Un amor por el que ella gritó y pataleó en cierta forma, pero que no tuvo la respuesta esperada, ya que había cosas más importantes que atender en los salones que requerían la presencia del mayordomo de la casa. 

En resumen, me ha gustado todo de esta novela, absolutamente todo. La pluma del autor, la trama y su estructura, los personajes, su tensión y ritmo narrativo, su mensaje... Aunque pueda resultar lento en su desarrollo, diría que es una lentitud totalmente necesaria para entender mejor todo, para mí ha sido un agradable paseo, tranquilo y sin prisas, pero muy enriquecedor. Destaco su final, magnífico también, algo que, tras charlar con otros lectores, me he dado cuenta que la mayoría compartimos esta impresión sobre el cierre maravilloso que tiene la obra. Solo me queda recomendarlo. 

Mucha gente prefiere la noche al día. Siendo así, quizá deba seguir el consejo de no pensar tanto en el pasado, y de mostrarme más optimista y de aprovechar al máximo lo que me resta del día. Después de todo, ¿qué se gana con estar mirando siempre atrás? ¿Con culparnos del hecho de que la vida no nos haya llevado por el camino que deseábamos?